martes, 14 de febrero de 2017

                                                                                                        No se aprende de cualquiera.


Tarea 2: Crear vínculos con nuestros estudiantes.     


Tuve un profesor, Roland, que decía: ”No se aprende de cualquiera, se aprende de aquel a quien se le ofrece confianza y derecho de enseñar”.


Cómo muy bien indicó, el aprendizaje en el aula se basa en el vínculo que se establece entre el docente y sus alumnos. Dicho vínculo aparece de forma genuina desde el mismo momento en que un grupo de personas,  el profesor y los alumnos, se encuentran en el aula y evoluciona con las interacciones entre los miembros. Para reforzar este vínculo y que se produzca el aprendizaje debemos conseguir que cada estudiante confíe y que permita que le enseñen, estableciéndose así la comunicación y el diálogo.


Y así es. En contraposición a Roland, recuerdo a otros profesores que daban la clase sin levantar su mirada del libro ni involucrarse con sus alumnos. Eran lecciones eternas y nada motivadoras, de las que nada te llevabas a casa. Costaba mucho esfuerzo mantener la atención, y en demasiadas ocasiones, las clases se descontrolaban. Pero peor que eso, sentías a un profesor distante, con el que el aprendizaje solía terminar basándose en la desconfianza y el miedo, evitando ser a veces ridiculizado o infravalorado.


Pero Roland era distinto. Él interactuaba con sus alumnos tanto con su cuerpo: postura, voz, gestos y miradas, así como con su intelecto: la razón, el conocimiento, el respeto y la afectividad. Sus emociones y la de sus alumnos estaban presentes en sus clases.


Y es en ese vínculo donde reside la fuerza del profesor.


En esta historia, Roland consiguió crear un espacio de seguridad en el que cada alumno se atrevía a hacer cosas que no sabía. No había miedo a equivocarse o a ser ridiculizado. Todos los estudiantes participaban y, con él, sentí que por primera vez aprendía matemáticas y no a pasar un examen. Y todo ello gracias a establecer vínculos positivos con sus alumnos.


Los docentes somos una parte esencial de la relación educativa y los responsables últimos de  promover el ambiente adecuado en el aula para que se den buenas relaciones profesor-alumno, basadas en la confianza, el reconocimiento y el respeto mutuo.


Dada tal responsabilidad es importante disponer de herramientas y conocerlas. Tomando a Roland como ejemplo, personalmente considero los siguientes puntos como la base para establecer vínculos efectivos entre alumno-profesor. Este listado tiene que ver con el trabajo que hace el docente a nivel individual antes de las clases y en interacción con los alumnos:


  • Comprenderse a uno mismo para así comprender al alumno. Y para ello, debemos tener consciencia de nosotros mismos. Hay una herramienta que se utiliza mucho en trabajo social y que podríamos aplicarnos a nosotros mismos para alcanzar esa autoconciencia, el DAFO.
  • Sonreir y mantener el contacto visual nos ayudará a crear un clima de confianza y armonía.
  • Aprender los nombres de nuestros alumnos. Les damos su lugar y fortalecemos su autoestima.
  • Escucha activa y acordarse de lo que nos cuentan. Habrá pequeñas cosas que nos expliquen nuestros alumnos, que si las recordamos en un momento dado, para ellos significará muchísimo.
  • Contar anécdotas propias. Conseguiremos transmitir cercanía, confianza y da pie a un entorno en el que los alumnos se expresen cómodamente. Digamos que “rompemos el hielo”.
  • En algunos momentos ser cómico o extravagante. Se pretende conseguir que el alumno pierda el miedo al ridículo. Tenemos que ser los primeros en reírnos de nosotros mismos.
  • Crear expectativas de nuestro proyecto didáctico, explicando los objetivos y las metodologías. El alumno percibirá preparación y seguridad, incluso se verá motivado por las metas a alcanzar.


Además de este trabajo diario, a continuación presento una muestra ilustrativa de actividades que permitirán trabajar no solo la lengua, sino también a fortalecer activamente el vínculo del que hemos estado hablando:


Actividad 1: Mi objeto favorito. El profesor y los alumnos traen a clase un objeto personal que les ayude a realizar una presentación sobre ellos mismos. A través de este objeto el alumno puede compartir con el resto sus gustos, aficiones, e incluso experiencias personales. Sus compañeros podrán preguntar y participar en la presentación.


Actividad 2: El día del piropo. En una caja o bolsa, meteremos papeles con los nombre de todos nuestros alumnos. Cada estudiante sacará un papel y tendrá que decir a la persona que le toca, algo que le gusta de ella o que hace bien en clase. Esta actividad se puede hacer regularmente. El profesor también forma parte del juego.


Actividad 3: El intercambio. El rol de profesor y alumno se intercambian. Cada alumno o grupo de alumnos tendrá que preparar una explicación o taller sobre un tema que a les parezca interesante y que quiera explicar al profesor y al resto de alumnos de clase. El profesor deberá mostrar interés y hacer preguntas. Los alumnos pueden explicar algo que hayan aprendido fuera de las clases de idiomas o contar sobre un tema que les apasione.


Actividad 4: El mural. Cada alumno escribe su nombre en un papel junto a dos virtudes y dos defectos y lo guarda en un sobre. El sobre irá pasando por cada alumno y por el profesor, que irán sumando virtudes (y no defectos) en esta carta. Una vez que haya pasado por todos los compañeros, la carta vuelve a su protagonista. Todos los alumnos escribirán su listado de virtudes en un mural que se colgará en clase. La idea es que el alumno sea consciente de que si bien tenemos defectos, también tenemos muchas cualidades que el resto aprecia.


Durante el transcurso de estas actividades el papel del profesor como moderador y guía será fundamental para ganarse el respeto y la confianza de sus alumnos. Tendrá en cuenta todo lo nombrado con anterioridad y como indicaba al principio de esta tarea, el profesor fortalecerá el vínculo con sus estudiantes y éstos permitirán ser enseñados gracias al ambiente creado.

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